La Boca que soñaba Quinquela
En el marco su 125 aniversario del nacimiento, vecinos de la Boca, pintaron las veredas y adoquines para cumplir el sueño inconcluso del artista
Con seis años, fue adoptado por Manuel Chinchella y Justina Molina, y él adquirió el apellido de su padre adoptivo (que luego sería fonetizado como "suena" en el italiano, al castellano como Quinquela). “Mi vieja me conquistó en seguida –dicta Quinquela en su autobiografía recogida por Andrés Muñoz y publicada en 1963– y desde el primer momento encontró en mí un hijo y un aliado”.
Sus comienzos como pintor
Había empezado a dibujar inspirado en las escenas y colores que observó en el puerto, usaba técnicas intuitivas dado que ignoraba los más elementales conocimientos de dibujo, eran rudimentarios, torpes utilizando carbón y lienzos de madera como elemento de trabajo que posteriormente eliminaba para evitar las bromas de sus compañeros. A los 14 iba a una escuela nocturna de pintura en la Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural vecinal donde se reunían estudiantes y obreros para conversar. En esa academia se enseñaba casi de todo, desde música y canto, economía hogareña y otros cursos prácticos, mientras de día trabajaba en la carbonería familiar. Su maestro fue Alfredo Lazzari, pintor que le dio sus primeros conocimientos técnicos sobre el arte. Como práctica le daba yesos donde reproducía dibujos en claroscuro y realizaron excursiones a la Isla Maciel los domingos por la tarde para entrenarse con el dibujo de las escena al natural. Continuó hasta los veintiún años con el curso. Con 17 años entra al Conservatorio Pezzini Stiatessi, donde estudia hasta 1920. En esa academia conoció a Juan de Dios Filiberto y otros colegas con quienes se relacionaría durante toda su vida.
La convocatoria
"Quinquela pensaba que el color influye beneficiosamente en la vida de la gente, en la sociedad, y sus intervenciones cromáticas son célebres: desde la calle Caminito hasta el trolebús, pasando por su propia casa, sus muebles, su teléfono...", contó a Clarín Víctor Fernández, director del Museo de Quinquela, con un tarro de pintura azul en la mano. Así que "nos parecía un deber que la comunidad en pleno le cumpliera un sueño a alguien que tantos le cumplió al barrio. Y acá están bomberos voluntarios de La Boca, organizaciones barriales, artistas locales y vecinos", agregó.
Es que Benito Quinquela Martín declaró alguna vez que le hubiera encantado ponerle más colores a las calles del barrio. Así La Boca "sería como una inmensa sonrisa junto al Riachuelo", explicó. Y hoy, desde las 9 hasta las 18, bajo un cielo encapotado, la gente se juntó en Pedro de Mendoza al 1800 para hacer realidad ese anhelo.
"Él decía que el color le hacía bien al alma. Por ejemplo, en el Hospital Odontológico, las salas están pintadas de colores y los delantales de los médicos tenían que tenerlos porque él decía que entonces lo chicos lloraban menos", señaló Sabrina Díaz, curadora del Museo.
Este homenaje, impulsado justamente por el Museo de Bellas Artes de La Boca, es parte de la conmemoración de los 125 años del nacimiento del maestro boquense, que será el 1° de marzo.
Quinquela pintó escenas portuarias sobre telas y llenó de color su propia aldea. Hasta coloreó su ataúd.Murió en 1977.