Los sectores de menos recursos suelen estar invisibilizados o estigmatizados como marginales. La concentración de la producción audiovisual en pequeñas elites deja a las mayorías en el papel de “consumidores” de bienes culturales, relegando el derecho de producir y hacer circular una identidad cultural propia. A partir de la sanción de la LSDCAV, se abre el espacio para una producción
genuinamente comunitaria.
El principal obstáculo para la realización de este objetivo es el acceso al capital técnico y simbólico necesario para poder construir este discurso nuevo desde sectores sociales a los que, tradicionalmente, se les ha negado una voz propia. Algunos de los miembros del equipo de trabajo participaron durante dos años en el voluntariado Arte en La Boca. Durante este período pudimos percibir tanto las carencias para el acceso pleno a la cultura como del potencial para implementar un programa de trabajo para fomentar la expresión artística de los vecinos. El primer problema que identificamos es el de la falta de herramientas y posibilidades para la producción. Esta falta de acceso no es solo relativa a equipamiento y formación de oficio sino que es síntoma de un sistema económico/social que estratifica el acceso a la cultura.
Esto es notorio en el barrio, donde conviven diferentes espacios culturales identificados con la “alta cultura” (Museo Proa, Teatro de la Ribera, Escuela Quinquela Martín, Sedes de la UNA, El Galpón de Catalinas, etc) a los cuales muchos vecinos del barrio no acceden. Encontramos relevante vincularnos como estudiantes con los acontecimientos del barrio, interviniendo en la comunidad para generar el capital simbólico necesario para integrarnos a una oferta cultural más amplia. En este contexto, se desprende la necesidad de fortalecer la educación artística desde una edad temprana, promoviendo el arte como un medio de desarrollo personal y comunitario.
La construcción del imaginario social está hoy en día fuertemente sesgada por la influencia de los medios
masivos de comunicación. Esta presencia hegemónica
puede desplazar e incluso entrar en contradicción con la experiencia del individuo; con su propia relación con la historia y el territorio.
Es necesario que esta identidad cultural surja de la expresión misma de los vecinos del barrio, antes que de la imposición de una visión externa; que la comunidad se reconozca en el fruto de su empresa artística.
La universidad pública debe tener como uno de sus objetivos actuar como facilitadora del acceso a la cultura, como parte de su responsabilidad social. El proyecto propone plantear
un mecanismo propiamente comunitario con el fin de lograr, a través de la intervención artística, la apropiación pública
por parte de los vecinos y vecinas y así mostrar la
capacidad integradora que puede surgir de un diseño académico artístico que promueva seguir creciendo hacia otros sectores sociales.
Líder del proyecto
Olga Liliana Agüero